Sigo a Miriam Schaefer desde hace más de tres años. Llegué a su Instagram a principios de nuestra andadura en Real Fábrica y vi, que como el burrito y yo, es una amante del peltre y de la cocina de siempre. Aunque sea isleña, esta fotógrafa lleva ya más años en Madrid que yo, compartiendo en su web y su cuenta de Instagram su visión de su día a día, alguna que otra receta y otros trabajos más profesionales, como bodas y sesiones.
Le escribí hace muy poquito y le pregunté que si se animaba a compartir conmigo y con vosotros una de esas recetas especiales que la unen con su isla, con Tenerife. Y se ha animado a prepararnos el arroz con conejo de su abuelo, según ella una de sus grandes especialidades, ésas que juntaba a toda familia en la mesa todos los domingos. Nos avisa que esta receta es de las que me gusta a mí, de abuelo total: aquí no hay gramos, ni tazas, ni mililitros; todo a ojímetro, con paciencia y probando, que muchas veces es mejor método que cualquier peso. Además es sencillísima, se prepara en un santiamén y alimenta a muchas bocas
Arroz con conejo del abuelo (de Miriam Schaefer)
1. Un conejo troceado y limpio (o dos, si vamos a hacer arroz para un batallón)
2. Aceite suficiente para cubrir bien el conejo
3. Pimentón al gusto (nos encanta el Pimentón La Purísima)
4. Tomillo al gusto
5. Orégano al gusto
6. Tres o cuatro dientes de ajo
7. Laurel al gusto
8. Pimienta picona (unos granos de pimienta negra también valdrán)
9. Comino al gusto
10. Un puñado de arroz bomba Calasparra por cada persona que vaya a comer y otro para la paella
11. Caldo de verduras o de pollo, el que tengamos en casa, si es casero mejor.
12. Tres tomates hermosos rallados o media lata de tomate triturado
13. Un vaso de vino blanco
Empezamos haciendo un majado en mortero de todas las especias con los ajos y el aceite. Según nos cuenta, el abuelo de Miriam tiene una colección inmensa de especias, que normalmente compra en mercadillos de agricultores en grano u hojas y las maja siempresiempre porque así dan más sabor. Empezamos por los ajos, cuando estén bien escachados se les añade las especias y, por último, el aceite, que si no salpicamos todo. Con esta mezcla embadurnamos bien el conejo y lo dejamos macerar. Esto como todo, lo ideal es que sea durante toda la noche en la nevera, pero con cuatro horitas ya coge bien el sabor.
En una sartén o paella donde quepa todo bien echamos el aceite del propio macerado (con los trocitos de ajo y todo) y cuando esté bien caliente, doramos en él el conejo. Ojo que no se nos queme el aceite para poder aprovecharlo para el resto de la receta. Una vez esté todo bien doradito, le echamos los tomates rallados o triturados y el vaso pequeño de vino y dejamos reducir hasta que evapore el alcohol.
Lo siguiente ya simplemente es echarle el arroz y las tazas de caldo correspondientes, y dejar a fuego medio-bajo hasta que el arroz esté en el punto que nos gusta. Si se quiere hacer más melosito, se le añade una taza más de caldo.
Como nota, Miriam nos comenta que este majado funciona con cualquier tipo de carne y verduras para asar, si se prepara igual, se macera lo que sea y luego se pasa por la plancha tendremos un plato súper sabroso! Además, como es un plato contundente ya no hay necesidad de nada más, pero en su casa suelen abrir boca con unos tomatitos aliñados con este aceite de oliva de albahaca y unas semillas de comino, sal y pimienta.
1. ¿Además del arroz con conejo de tu abuelo, qué otras recetas recuerdas con cariño de tu infancia?
Pues si soy sincera, el conejo de pequeña no era una carne que me alucinase y prácticamente no comía arroz, ¡jajaja! Creo que era cosa de las texturas... Ahora mismo sí que me encanta, es una de las recetas que me trasladan a mi casa, a la cocina de mi abuela. Sí que por ejemplo disfrutaba muchísimo el rancho canario de mi abuelo, una especie de potaje muy típico allí que lleva de todo: judías, fideos gordos, chorizo, costilla salada... Una bomba vaya, pero que a mi abuelo le sale increíble. De hecho es de esos platos que sólo te gustan si te lo prepara la misma persona: no vale ni el de mi madre, ni el de mi padre, tiene que ser el de mi abuelo. De mi abuela por ejemplo me quedaba con las croquetas o con unos buñuelos de plátano que preparaba cada mayo, cuando se acercaba el Día de Canarias, y de mi padre con lo rica que le sale siempre la carne a la plancha, ¡jamás se le pasa!
2. ¿Qué olores de la cocina te marcaron?
Diría que todos, pero el del caldo el que más. Tanto mi abuela como mi madre siempre estaban haciendo caldo en casa. Además es un olor que me recuerda muchísimo a Navidad, porque siempre se hacían, y se siguen haciendo, dos ollas gigantes, una de pescado y otra de pollo para la cena.
3. ¿Cuántos os sentabais a comer?
De pequeña pequeña solía comer en el comedor del colegio, el cual odiaba, jaja. Y luego, la verdad es que en mi casa éramos un poco desastre y con los horarios locos de mis padres, pocas veces comíamos juntos cuando ya era más mayorcita. Aún así, casi todos los fines de semana nos juntábamos la familia al completo, que seremos unos 15 a la mesa... ¡Imaginad el lío y el alboroto! Además, a todos en mi familia nos encanta cocinar, así que casi siempre llevamos un plato de allí y otro de aquí y nos juntamos con un banquete: que si mojo casero de mi abuelo, que si mi padre ha conseguido unos aguacates hermosísimos y los quiere rellenar, que si mi tía se lanza y prepara tres postres... ¡Pues así cada vez que nos juntamos!
4. ¿Los domingos en tu casa se hacía algo especial cuando eras pequeña?
Además de las comidas familiares, para mí es súper tradición que mi padre, que siempre se levanta antes que mi madre y que yo, subiese croissants de la panadería de enfrente de mi casa. No serán los croissants más auténticos, porque tienen la masa densa y casi de brioche en vez de ser hojaldrados y mantequillosos como los franceses, pero para mí son los mejores del mundo. Creo que, tantos años después, siguen siendo mi desayuno favorito preparado a la plancha con jamón y queso. Eso y un batido (o smoothie, como lo llaman ahora) de papaya y naranja, que es súper típico para desayunar allí.
Pues de Canarias me tengo que quedar con el puchero canario, que básicamente es una especie de cocido con costilla salada, carne de res y de cerdo y muchas más verduras que el madrileño (calabaza, judías verdes, zanahorias, repollo, calabacín, patata, batata...), y el escaldón, que es una especie de pasta hecha con el caldo del puchero (por ejemplo) y gofio, que lo acompaña, y todo aliñado con una cucharadita de mojo verde de cilantro. De España así en general creo que me tendría que quedar con el gazpacho andaluz y la escalivada catalana, ¡qué rico! Y ya en la parte de los postres con las torrijas, que no sé de dónde son, pero ¡ay! No tengo fin con ellas.
6. ¿Cómo te ha marcado la cocina de tu familia en tu relación de hoy día con la comida? ¿Y en tu afición por cocinar?
Vengo de una familia súper cocinillas en general y por suerte tengo muchísimos amigos tan amantes de la cocina como yo, ya que venimos de familias similares. No sé si es cosa de Canarias o qué, jaja. Tanto mis abuelos, mis padres, como mis tías y mis tíos se defienden muchísimo en la cocina y todos tenemos un plato estrella, así que imagino que entre este amor que siente todo el mundo por el buen comer y el tener que empezar a cocinar por mí misma algo más allá de pasta cuando me vine a Madrid a estudiar, el lado cocinillas ha salido a la luz. Siempre nos estamos pidiendo recetas por whatsapp y en cuanto piso la isla intentamos coincidir al menos un día la mayoría para una de esas comilonas. ¡Incluso tenemos concursos anuales! Hemos tenido concurso de tortillas y otro de tapas, donde cada uno llevamos nuestra propuesta y se vota anónimamente. ¡Cualquier excusa es buena para juntarnos todos!
¡Muchas gracias Ro!
Y hasta aquí todo por hoy. ¡Yo ya estoy preparando los ingredientes para hacer mañana este arrocito! ¡Qué rico! No os olvidéis pasaros por el Instagram de Miriam o su web para ver qué tiene entre manos últimamente y de seguirnos a nosotros en Facebook, Twitter o Instagram, donde os contamos todas las novedades.