Si tengo que quedarme con un dulce navideño, es sin duda con el Roscón de Reyes. Todos los años nos dedicamos a hacer cata de los mejores roscones de Madrid (orgullosa estoy de decir que me quedan muy poquitos por probar), pero este año me he animado y me he puesto a amasar, amasar y amasar con una receta que me ha dejado una amiga que me dice que es infalible. Para principiantes totales como yo.
Creo que una de las razones por las que me gusta tanto el Roscón es, aparte de por poder remojarlo en chocolate como los churros, es por el toque clásico de agua de azahar que lleva. Sin duda alguna si hay un producto con historia en este país es esta botellita azul de cristal que huele a Sevilla, a sus naranjos y a ese aroma que inunda todo en primavera. La que tenemos en la shop y en la tienda física es ni más ni menos que la de la marca Luca de Tena, una de las marcas con más historia de nuestro país.
Y sin más dilación, manos a la obra. El Roscón no es una receta difícil, pero sí que hay que tener paciencia mientras se hace ya que conlleva mucho tiempo de reposo de la masa.
Roscón de Reyes para amasadores primerizos
- 650 gramos de harina de fuerza
- Una taza de leche tibia
- 30 gramos de levadura fresca (de la que está en la nevera de las mantequillas en el súper)
- 120 gramos de azúcar
- 120 gramos de mantequilla derretida
- Dos huevos grandes y uno para pintarlo antes de hornear
- Una cucharadita de sal
- Dos cucharadas colmadas de agua de azahar
- Ralladura de naranja y de limón
- Fruta escarchada para decorar
- Azúcar para decorar
- Una alubia y una figurita horneable
Primero hay que crear una masa madre, no os asustéis, que el término ya suena a complicado pero simplemente tenéis que mezclar un chorrito de leche tibia con dos cucharadas de harina y la levadura fresca. Se mezcla bien y se deja reposar un par de horas en un lugar cálido y sin corrientes para que empiece a fermentar.
Una vez veas unas burbujas grandes en esta mezcla, puedes empezar con el resto. En un bol grande, mezcla todos los ingredientes secos (el resto de la harina, el azúcar, la sal y la ralladura de los cítricos). Una vez todo esté incorporado, añade la leche y el agua de azahar poco a poco hasta que no haya grumos, para luego añadir los huevos de uno a uno (este paso también se puede hacer en amasadora o Thermomix). Una vez esté la masa bien integrada, añádele también la mantequilla derretida poco a poco.
Cuando la masa sea elástica es el momento de ponerse a amasar, espolvorea una superficie plana y limpia con harina y amasamos con movimientos envolventes durante un rato. Le vamos dando forma de bola y la metemos en un bol limpio tapado con un paño húmedo durante un par de horas hasta que doble el tamaño, dependiendo del frío que haga en vuestra casa tardará más o menos, simplemente id echando un vistazo a cómo va creciendo.
Una vez haya crecido, la volvemos a amasar con movimientos rápidos y formamos ya el rosco, hacedle el agujero más grande de lo normal, que en el horno crece mucho. Yo puse ahora el horno a precalentar, para aprovechar el tiempo. En este es el momento en el que le tenéis que meter las sorpresas (siempre por debajo), antes de pintarlo con huevo por arriba y decorarlo con la fruta que queráis. Yo también le he puesto azúcar por encima porque me parece que luce más, pero le podéis poner lo que queráis: almendras, naranja confitada, azúcar solo, azúcar perlado... Y... sí, lo volvemos a dejar reposar durante una media hora. Una vez haya ganado tamaño de nuevo, lo horneamos durante unos 30 minutos a 180º. Yo soy de tomármelo así, sin relleno porque me gusta mojarlo en chocolate o café, pero podéis montar nata o preparar una crema pastelera mientras lo horneáis y rellenarlo cuando se enfríe un poco.
¡Y voilá! Aquí tenéis un Roscón mil veces más bueno que cualquiera que compréis en el súper a última hora ¡y que está hecho a prueba de torpes!